I. Cosas sin guardar

Recientemente me heredaron una cómoda de madera de seis cajones y casi cuarenta años de vida.

Las manijas originales se perdieron al cambio de mano de sus primeros dueños a casa de mis papás, y se sustituyeron por otras que al tiempo se aflojaron lo suficiente para convertirse en las hélices de un avión imaginario, o al menos eso creíamos mis hermanos y yo.

Por eso en esa segunda etapa de su vida, a la cómoda que ahora llamaremos Pita, le salieron los cuatro círculos que hoy acompañan el frente de sus cajones.

Figura 1.1 Imágenes de cómo hubiera querido Pita que la trataran

Durante su restauración, Don Felipe, el carpintero, me advirtió que esas marcas son imborrables en la madera, pero que las patas que tenía estaban tan macizas como el primer día que lo terminaron. Un trabajo impecable- según sus palabras, de carpinteros que sabían hacer su chamba y no jugaban con la madera, como ahora.

Así Pita llegó al estudio recien pintada, laqueada y sin manijas después de vivir una década con mi hermana y perder la esquina de uno de sus cajones. El fin de su tercera etapa llegó cuando IKEA abrió sus puertas con sus diseños limpios, modernos y nórdicos.

Figura 2.2 El primer retrato de Pita

Ahora comienza su cuarta etapa de vida conmigo, para guardar mis bocetos y todos los cuadernos de garabatos que he podido llenar en este tiempo desde que comencé a ilustrar. Y que celosamente escondo de los ojos de los demás pero que poco a poco quiero comenzar a compartir, para aprender y recordar el trayecto.

Y que Pita no tenga manijas es su nueva personalidad.